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Nuestras herramientas se dirigen a Colegios, Centros/clínicas, terapeutas y por supuesto a los usuarios finales. Muchas personas pueden beneficiarse de las mismas, pues son muchos los casos en los que se pueden ver comprometida la atención y/o las funciones ejecutivas como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), las dificultades de aprendizaje, los trastornos de conducta, la epilepsia, los supervivientes de cáncer neurológico, la discapacidad intelectual, la prematuridad o bajo peso al nacer, el trastorno por espectro autista, el deterioro cognitivo y la demencia, la  esclerosis múltiple e incluso en la depresión o la ansiedad.

Empecemos con un caso real, Jorge. Tiene 10 años. Recogemos el testimonio de su profesora:

Jorge es un niño muy impulsivo y despistado, además, tarda más que el resto es hacer las tareas. Esto le causa problemas en el rendimiento escolar. Por culpa de la impulsividad también tiene problemas con sus compañeros. En casa no consigue hacer los deberes sólo, sus padres dicen que se levanta muchas veces y no consigue concentrarse. En lo que otro niño tardaría media hora, ¡a Jorge le lleva al menos el doble! Si algo no le motiva, no presta atención”.

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) causa problemas a nivel académico, social y laboral (Brick, 2012). Es la psicopatología infantil de mayor prevalencia. Entre el 5-10% de los niños padecen este trastorno (DSM, 2013).

Sigamos con otro caso real, Alejandra. Tiene 72 años. Recogemos el testimonio de su terapeuta:

Alejandra es una mujer que vive sola. En los últimos años, muestra claros signos de la edad como despistes, dificultades para concentrarse, dificultades para adaptarse a los cambios especialmente a salirse de sus rutinas, y, sobre todo, requiere mucho más tiempo para procesar la información y para realizar las tareas. A su terapeuta le gustaría valorar y reforzar su concentración y sus funciones ejecutivas para que Alejandra sufra el menor deterioro posible o un enlentecimiento de este”.

El deterioro cognitivo por envejecimiento se produce en aproximadamente el 38,5% de los mayores de 65 años (Solidaridad Intergeneracional, Agenda 2030).

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